Primera review (y muy adeudada, no se por qué mierda estoy escribiendo esto en Enero de 2012) del cuarteto de Belo Horizonte que puso a Brasil en el mapa del metal y logró realmente crear una suerte de “culto” con sus primeros trabajos con influencias de Possessed, Venom, Celtic Frost, Kreator, para tirar un puente musical en “Schizophrenia”, en donde el thrash era asesino pero iba definiendo el perfil del grupo. Al ser la primera review de “Los Jungle Boys” (Chicos de la jungla, como los llamaban los Yankees) voy a hacer un poco de “biografía”. ¿Cómo los descubrí?. En 1990 gracias al extinto programa “Heavy Rock And Pop”, con un tema de este disco que me desintegró a las dos de la mañana. Max Cavalera ya miraba hacia “el norte” y no se conformaba con jugar de local, procede a viajar para Nueva York con el objetivo de buscar sello que se interesara en ellos. Picó Monte Conner de Roadrunner al recibir una copia del mencionado segundo disco (Que luego relanzó) y empezó la espiral ascendente de Sepultura - agrego yo - potenciada por ser una banda que estuvo en el lugar justo en el momento exacto. La gente se estaba cansando un tanto del thrash tradicional lo cual favoreció a propuestas más agresivas y a lo que luego conformaría la primera camada de death metal. Roadrunner lo sabía (Por algo también casi en simultáneo contratan a Obituary y más tarde a Deicide, etc…), y estaba dispuesta a afrontar el desafío de costear a una banda que grababa su tercer disco en pleno verano de Río de Janeiro mandándoles en un avión un productor que luego se volvería tremendamente solicitado. Si, el señor Scott Burns. Las historias cuentan que la gesta de este disco fue caótica, desde el pobre Burns robado en Brasil, un hotel de mala entraña para toda la banda, y las grabaciones nocturnas que en una pequeña parte se debieron terminar en Estados Unidos (Max viajó allá para terminar voces y supervisar mezcla). Todo este clima caluroso, tenso, y de contramarchas les debe haber jugado muy a favor porque “Beneath The Remains” es descomunal. Agarraron la influencia Slayer y empezaron a buscar sonar especiales, tal vez mechando con algo del Metallica de “Ride The Lightning”.
Nueve bombazos con títulos de temas cortos (El inglés de Cavalera y el del resto de la banda era muy precario y básico), y un Igor Cavalera en la batería que demolía parches a lo Dave Lombardo. Ese tempo prevalece en buena parte del disco y lo tensa mechándolo con machaques acelerados de violas. Insisto en que lograron crear algo propio pero con influencias totalmente reconocibles lo cual les dio mérito, sumado al interés internacional de “¿Quiénes corno son estos cuatro sudamericanos que tocan así?”. La voz enojada de Max (Sin ser death pero rugiendo de una forma tremenda) sumaba más bardo y sus violazos con Andreas Kisser cerraban el círculo. No podés ser indiferente al palerismo del tema título y el de “Slaves Of Pain” (Lo escucho veinte años después y me sigue haciendo transpirar), “Lobotomy”, y temas más lentos (no se esperen nada doom desde ya) como “Mass Hypnosis” e “Inner Self”. ¿Un consejo si no escuchaste este disco?. Hacelo de corrido y creo que se va a percibir bien el grado de agresión y hambre de gloria (No Cavalera por favor, no confundir, chistonto) que estos pibes tenían. Se querían llevar al mundo y a todos por delante, con este disco lo lograron. Algunos osaron comparar la banda con Slayer, lo cual traería cierta dialéctica en los medios entre los dos grupos. La influencia es marcada pero esto no es “Reign In Blood” ni Max es Tom Araya. Lo inevitable: la banda explotó, empezaron las giras internacionales, y el disco vendió muy bien. Se iban para arriba tras años de perseverancia y moldear su estilo musical. Disco imprescindible si te gusta el thrash metal, y si sólo te gusta el metal, igual es de obligatoria audición.
Calificación: 9/10
Si señor, gran disco y excelente repaso. Es notable esa especie de dualidad que tiene este disco, es brutal y bello al mismo tiempo, así lo veo yo, gracias a esa combinación de las poderosas rítmicas de Max y los arreglos de caracter más melódico por parte de Andreas Kisser. Por otra parte me encanta el el trabajo en la batería, tanto en sonido como en ejecución, le da al conjunto la contundencia necesaria. No soy ningún experto Thrasher, pero este es uno de los mejores discos que he escuchado del género, junto al Reign in Blood y el Bonded by Blood.
ResponderEliminarTe felicito por el trabajo llevado a cabo en esta crítica y en el blog en general, le doy un vistazo a menudo y está más que interesante.
Muchas gracias por tus palabras, un gran abrazo, y por gente como vos, sigo con este blog. Aprovecho para enmendar un error en la review. Yo puse a Cannibal Corpse como fichada por Roadrunner, lo fue por Metal Blade pero casi en paralelo al tiempo con Deicide. Quise decir que tras este disco FUNDAMENTAL por esa producción vinieron esas bandas, de hecho, Alex Webster reconoce que para el primer disco lo volvió loco a Scott Burns sobre detalles de como había logrado producir este disco.
ResponderEliminarBuen dato el de Alex Webster, sin duda la producción juega un papel primordial para que este disco suene tan compacto. Scott Burns es un crack, en genialidades como el Slowly We Rot hizo un papel magistral, al igual que en algunas joyas de Death, como el Spiritual Healing.
ResponderEliminarEn lo posible te iré dejando mis impresiones sobre algunas críticas, ahora que descubrí como hacerlo. Y de paso veré si rescato algo de mi gusto, ya que veo que posteaste bastante material desconocido para mi. Te despido mientras suena el Nightfall de Candlemass, saludos!