(Por Fernando Boido)
Si hablamos de la ciudad de Seattle en EE.UU. y su contacto con la
música, lo primero que nos viene a la mente es que allí se gestó el
movimiento “grunge” copando los charts en la primera mitad de los ’90. Y
es imposible dejar de mencionar que de ahí salió una banda como Heart
(baladas para la radio? Escuchen su discografía y luego me cuentan...), y
el mayor genio de la guitarra eléctrica: Jimi Hendrix. Pero
también de Seattle son los Queensrÿche, surgidos a comienzos de la
década del ’80. Eran un quinteto de jóvenes que con los años
revolucionarían el sonido pesado americano a través de su rock agresivo,
melódico, progresivo e inteligente a partir de la temática de sus
temas, en clara contraposición a lo que era la escena por aquellos años,
en especial la de la costa oeste: el rock callejero y “glam” de
California que ponía en relieve el mensaje de “sexo, droga y rock &
roll” y el movimiento thrash de la “Bay Area” de San Francisco que
tímidamente levantaba cabeza.
Luego de un EP autoproducido en
1983, el conjunto lanzó un excelente y promisorio álbum debut en 1984,
“The Warning”, editado en ese mismo año en nuestro país. Era el
principio de una larga carrera en la que con altos y bajos, todos los
trabajos se diferenciarían entre sí con características propias. Lo
suyo pasaba más por el lado de Judas y duelos de guitarras a lo Maiden,
siempre en un vena más hard rock que metálica. En esa época lo escuché y
por alguna razón no terminó de convencerme; y ni siquiera hice el
intento con la segunda entrega de 1986, “Rage For Order”, una placa
controvertida y con un sonido adelantado en el tiempo. Y no fue
hasta 1995 que un amigo (Nota Martín: Fui yo, así como Fernando me hizo descubrir muchas bandas intercambiando CDs y cintas) encontró el cassette importado de “Operation:
Mindcrime” a un precio irrisorio e hizo escuchármelo; sin necesidad de
prestarle demasiada atención mis oídos me alertaron: estaba en presencia
de una placa arrasadora, inigualable e innovadora a partir del primer
acorde y que encima no era reciente, se había editado siete años
antes... Así de directo y cortante: con “Operation: Mindcrime”
Queensrÿche creó una hora del más refinado hard rock barnizado con los
más exquisitos momentos melódicos y equilibrados coqueteos progresivos
(puestos ya de manifiesto en “Rage For Order”). No me equivoco si digo
que es una combinación de sus dos trabajos anteriores pero en un nivel
de calidad mucho más alto, ya sea desde las composiciones mismas,
pasando por el sonido y la producción, y el contenido lírico. Porque
si hablamos de “Operation...” es inevitable indicar que se trata de un
trabajo conceptual cuyas canciones no dejan respiro durante los sesenta
minutos de duración, y que desarrolla una historia compleja y
sorprendente cuando todo era “girls, girls, girls”...
El concepto
gira en torno a Nikki, la Hermana María y el Dr. “X”; Nikki es un joven
desperdiciado por las drogas que aparece en la cama de un hospital
internado por una sobredosis. Rememora lo que ha hecho y ahí comienza la
trama: cree encontrar en el Dr. “X” su salvación. Sin embargo no deja
de ser manipulado por el maléfico Dr. que quiere iniciar un cambio
violento en la sociedad destruyendo políticos y líderes religiosos. En
pos de ello Nikki comete muchos crímenes y pide su redención ante la
aparición de la Hermana María, de la que más tarde se enamora. María
es una ex prostituta devenida en religiosa que cree asi poder limpiar
su alma, y fue reclutada por un predicador que la viola. El Dr. “X”
ordena a María que sea cómplice de los actos de Nikki, pero observa que
se transforma en un peligro para sus planes, por lo que más tarde
aparece muerta, aunque no se devela quien la asesina (Nikki o el Dr.?).
La historia termina con Nikki recobrando el sentido en su internación y
tratando de develar quien es realmente. Y este oscuro relato
tiene más coherencia aún porque detrás del mismo se ponían de manifiesto
muchas de las ideas políticas y sociales de los integrantes de la
banda: críticas al fascismo, los gobernantes conservadores, la Iglesia
pecadora y mercantilista y las miserias de la sociedad estadounidense,
intentaban demostrar que no todo lo que relucía era oro en EE.UU.
Musicalmente
el álbum no da tregua; “I Remember Now” y “Anarchy- x” sirven de
introducción a “Revolution Calling”. A partir de ahí el camino se torna
vertiginoso; cada tema resalta sobre el anterior, no hay baches o
pasajes medianamente flojos, y el punto culminante puede resumirse en
los diez minutos de “Sweet Sister Mary”, una pieza que lo tiene todos:
ritmo incandescente, coros épicos, puentes calmos y emocionantes y un
final explosivo. Lógicamente los responsables de esta obra
maestra también merecen su mención: desde el afinado y personalísmo
timbre vocal de Geoff Tate, pasando por la técnica y fuerza del
baterista Scott Rockenfield, el atronador bajo de Eddie Jackson y la
dupla armónica y caliente de guitarras de Chris DeGarmo y Michael
Wilton, todos se conjugan para sonar de manera impactante. Este
disco literalmente aplasta, emociona y como todo clásico es atemporal. Y
si bien los Queensrÿche insinuaban ser muy buenos y poco
convencionales, no estaría demás decir que “Operation: Mindcrime” los
catapultó hacia una intelectualidad musical impensada. Sin
embargo, su primer gran éxito y asentamiento como banda de primera línea
se daría con el siguiente paso: el triple platino “Empire” los llevó a
los puestos de privilegio en los ránkings de venta y a girar por el
mundo como acto central. Y fue en esa gira que la magnificencia de
“Operation...” demolió a las audiencias a través de la interpretación en
vivo del álbum de principio a fin, reclamo que sigue vigente en sus
fans a casi veinte años de su edición, a tal punto que en meses
aparecerá su continuación. Un peso pesado como
“Operation: Mindcrime” justifica la existencia de un grupo digno, que
podría darse el lujo de quedar en la historia solamente con haber
grabado este trabajo.
Calificación: 10/10
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