sábado, 10 de marzo de 2012

ROGER WATERS (ESTADIO RIVER PLATE, Viernes 9 de Marzo de 2012)

Por Fernando Boido.
(Gracias por aportar la review del evento para Rage Reviews).





Es innegable reconocer que “The Wall” es un álbum que marcó una época dentro del rock, una obra conceptual no solo para ser escuchada sino explorada también; una placa oscura, compleja y difícil, más si el desafío consiste en tocarla en vivo por completa. Y eso es lo que se propuso su mentor, Roger Waters, desde el mismo momento de su edición allá hacia fines de 1979.  La gira que emprendió Pink Floyd para promocionarlo terminó abruptamente por los altos costos de producción y también porque la grabación de “The Wall” fue el comienzo del fin de la banda ante la tirante relación entre  Waters y el resto de sus compañeros.

Desde ya que no soy un fanático del grupo pero si me gusta su etapa esencial (a partir de “The Dark Side Of The Moon”) y conozco parte de su historia, y estoy en el bando de los que opinan del rol fundamental que desempeño David Gilmour en Pink Floyd al aportarle el salto de calidad necesario más allá del talento y la importancia de Waters en el grupo. La realidad lo marca: Floyd pudo seguir sin Waters, con éxito y editando material de calidad… la carrera solista de Roger fue un fiasco y tuvo que recurrir a recrear en vivo (con los adelantos tecnológicos de hoy) las épocas de gloria de su ex grupo (con todo el derecho que le asiste, como no).

El show al que asistí anoche en el estadio de River debe ser analizado desde varios ángulos y hasta con frialdad si se quiere, lejos de la euforia marketinera que ha generado esta tercer visita del músico a nuestro país y que definitivamente degeneró el núcleo del acontecimiento: un concierto de rock. Creo que es fácil decir que todo fue grandilocuente y espectacular… difícil ir contra la corriente y opinar que ya de entrada, el espectáculo está deliberadamente mal promocionado, porque lo que presencie no fue un recital de rock de estadios, sino una especie de musical a veces bien llevado con una gran carga de publicidad y comentarios positivos detrás, aunque no deja de ser un acontecimiento cultural y puede que esa sea la razón que justifique la asistencia de un importante sector del público que poco entendió lo que se vivió en River.  


Desde ya que reproducir en vivo “The Wall” es una tarea titánica de la que no puede prescindirse de los efectos visuales, sonoros y sobregrabaciones y hasta es descabellado pensar el sentido que tendría si no fuera acompañado de una gran puesta en escena, con el equilibrio lógico en la parte musical. La cosa empezó a las 21: 15 hs. con plateas aún vacías; antes, temas de Sabbath, Soda Stereo, y Zeppelin para amenizar la velada… la gente hacía la “ola” mexicana y aplaudió y vivo solamente la canción de Soda, un mal indicio para mi del dudoso gusto musical de una parte del público.

El grueso del recital estuvo en el comienzo: impactante, demoledor, con toda la puesta escénica a full en esos primeros diez minutos; fuegos de artificio desde el piso del escenario, detrás y desde el sistema de luces, el atronador sonido de los motores de los aviones de la Segunda Guerra Mundial, y el avión piloteado por el padre de Waters que aparece por detrás del autotrol y cruza todo el estadio para finalmente estrellarse contra el muro. La banda sin respiro va con “In The Flesh”, “The Thin Ice” y la saga de “Another Brick In The Wall”; suena fuerte, compacta, con el bajo al frente.  El sonido cuadrafónico con seis columnas puestas estratégicamente en lo alto de las plateas opuestas al escenario es una parte fundamental, crea un efecto novedoso y contribuye a disfrutar de un show que promete.

La pared es inmensa, abarca de una punta a la otra de la cabecera; el escenario se sitúa en el medio, y los extremos del muro sirven de pantallas que reproducen lo que ocurre sobre las tablas. Luego del golpe inicial, advertí algo raro: los movimientos de Waters muchas veces no se condecían con lo que las imágenes mostraban… ignoro si lo que se veía en los ladrillos guardaba relación con el desempeño sobre el escenario… es de creer que si, sino es inexplicable porque Roger escénicamente trató de imitar su propia actuación que emanaba de las pantallas la cual es una parte fundamental para entender y acompañar el desarrollo musical del álbum.

Con el correr de los minutos diferentes visiones me confirmaron algo: absolutamente todo lo que se ve durante el concierto son imágenes pregrabadas y editadas, salvo en el final con “Outside The Wall”, quizás para evitar que el público vea desajustes o pifies que en vivo suelen ocurrir… Es conocido el mensaje y el interés de Waters por la paz, las causas nobles y la humanidad… aún así, no me terminó de cerrar que dedicara el concierto a los “desaparecidos, muertos y torturados”, en un discurso parcializado y políticamente correcto sobre la historia social argentina de hace 40 años, como así también la contradicción de enviar mensajes anticapitalistas cuando él se hace pagar con total derecho sumas millonarias en concepto de cachet.

Sin embargo y pasada la euforia inicial, el concierto empezó a decaer… el único efecto hasta el final fueron imágenes al estilo de la película (algunas directamente tomadas de las misma), un par de marionetas inflables y la acumulación de los ladrillos hasta tapar totalmente el escenario al termino de la ejecución del 1er LP de “The Wall”, una placa que en si tiene poca estructura como tal: es un compendio de varios interludios recitados y musicales que conectan las verdaderas canciones y que en vivo implica un riesgo muy grande llevarlo a cabo sin que se produzcan baches en un show que iba perdiendo solidez musical minuto a minuto  y en donde era inevitable dejar de prestar atención a la música en pos de ver la película en una pantalla gigante y con una banda que se desinflaba evidenciando sus flaquezas y en la que su miembro más talentoso (el guitarrista Snowy White) estuvo desperdiciado. Siguió a ello un intervalo de media hora, tedioso e innecesario, el cual no pareció molestar a nadie, aunque no se si hubiera sido soportado de no ser Roger un artista con tanta aura y prestigio detrás.

La segunda parte del show fue decididamente decepcionante.   Con el muro totalmente tapando a los músicos, el sonido no fue el mismo… y no me refiero a su calidad, sino a que sospechosamente el grupo ni Waters sonaban “en vivo”.  Llamativamente y en semejante espectáculo, poca era la iluminación… un mini escenario en penumbras delante de la pared recibió a la banda que siguió con su faena, sonando con una falsedad inesperada y en la que no se notaba si el bajista realmente recitaba sus partes, puesto que “The Wall” no necesita de demasiadas entonaciones vocales. La inmensidad del muro y falta de luz contribuía a ver desde la platea baja a Waters y los suyos más pequeños de lo que en realidad son, reforzando el concepto de que el grupo no estaba tocando. 

Los momentos más esperados en este segmento fueron “Comfortably Numb” y “Run Like Hell”; el primero sonando mal, empastado y deslucido no solo por el excesivo nivel de las sobregrabaciones potenciadas por el efecto cuadrafónico sino por la ejecución del guitarrista Dave Kilminster que a partir de una bola de ruido y distorsión destruyó el exquisito gusto de Gilmour y probablemente uno de los cinco mejores solos de la historia del rock; por su parte, “Run…” apto para sacudir la modorra, tuvo una versión pregrabada sin fuerza que no pudo levantar el show del pozo en el que estaba. Poco después, el final se acercó con el muro cayendo y la banda saliendo con “Outside The Wall” donde si pudo verse en pantallas a los músicos sobre el escenario y el contraste de la calidad de imagen con lo que se proyectaba antes fue evidente.

Exagero si digo que fue un mal show, pero si que no fue lo que esperaba y que astutamente está vendido de una manera tal que genera una expectativa desmedida; “The Wall” es una placa que para ser reproducida fielmente en vivo necesita de un show ágil, músicos a la altura de las circunstancias (fea sorpresa apreciar el nivel “berreta” de la banda en general) y una puesta en escena que implique más que la sensación de estar en un cine gigante. La producción es importante, no hay duda, pero aquí se han vistos conciertos con mucho mayor despliegue (Rolling Stones, AC/ DC, U2) y performances históricas que poco tuvieron que ver con este “The Wall Live” aburguesado que distó mucho de ser un concierto de rock.  La honestidad de la que hace gala Waters debería habérnoslo avisado antes…

Calificación: 4/10

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