sábado, 17 de marzo de 2012

AGRESSOR "Neverending Destiny" (1990, Death/Thrash Metal)


Francia no es precisamente "el" país en materia de metal europeo, pero hay pocas bandas y muy buenas. Me vienen a la mente ADX, Loudblast, Misanthrope, Vulcain, Massacra... y agregamos otra más a la lista. Aggresor. Oriundos de Antibes (Sudeste de Francia, costa mediterránea), se formaron en 1986 y tras un par de demos, Noise Records los ficha y lanzan este álbum. Agressor es la primera banda Franchute en firmar con un sello internacional. ¿Que tenemos por aquí?. Un trío. ¿Que características tiene un terceto?. Los músicos no suelen dejar hueco alguno, se matan por llenar los espacios. Y Alex Colin-Tocquaine con su viola (Y es vocalista) es el principal responsable de esto. El tipo se manda con unos riffs demoledores, como nunca escuché en esta "frontera" de estilo, como para que tengan una referencia, una suerte de Kreator apareado con el Death (La banda) intermedio y cosas de la Bay Area como el Vio-Lence del primer (inolvidable) disco.


No es 100% death ni thrash: toman casi lo mejor de los dos mundos y en 39 minutos más 11 temas, te taladran pero con canciones que no son una bola, hay técnica... ¡Y que RIFFS!. Repleto de ellos y el ariete de batalla de estos tipos. La voz es death, idem la bata, pero la viola es una mezcla que mira más al thrash. Escuchar el tema título, "Prince Of Fire" (Ataques guitarreros por los cuatro flancos), "The Unknown Special" y el Vio-Lencesco "Elemental Decay". "Dark Power" es un poco un respiro a comparación de los demás, rebajan la intensidad y el tempo. El Colin-tralalá se lleva a todos puestos en todo momento con las seis cuerdas y créanme que no les exagero. La consagración viene con "The Arrival": el riff que arranca en 0:42 (Y luego se repite varias veces en el tema) es FORMIDABLE. De lo mejor que escuché proveniente de la tierra de Asterix.

Calificación: 8.5/10

domingo, 11 de marzo de 2012

QUEENSRYCHE "Operation: Mindcrime" (1988, Heavy Metal)

  
(Por Fernando Boido)

Si hablamos de la ciudad de Seattle en EE.UU. y su contacto con la música, lo primero que nos viene a la mente es que allí se gestó el movimiento “grunge” copando los charts en la primera mitad de los ’90. Y es imposible dejar de mencionar que de ahí salió una banda como Heart (baladas para la radio? Escuchen su discografía y luego me cuentan...), y el mayor genio de la guitarra eléctrica: Jimi Hendrix. Pero también de Seattle son los Queensrÿche, surgidos a comienzos de la década del ’80. Eran un quinteto de jóvenes que con los años revolucionarían el sonido pesado americano a través de su rock agresivo, melódico, progresivo e inteligente a partir de la temática de sus temas, en clara contraposición a lo que era la escena por aquellos años, en especial la de la costa oeste: el rock callejero y “glam” de California que ponía en relieve el mensaje de “sexo, droga y rock & roll” y el movimiento thrash de la “Bay Area” de San Francisco que tímidamente levantaba cabeza.

Luego de un EP autoproducido en 1983, el conjunto lanzó un excelente y promisorio álbum debut en 1984, “The Warning”, editado en ese mismo año en nuestro país. Era el principio de una larga carrera en la que con altos y bajos, todos los trabajos se diferenciarían entre sí con características propias. Lo suyo pasaba más por el lado de Judas y duelos de guitarras a lo Maiden, siempre en un vena más hard rock que metálica. En esa época lo escuché y por alguna razón no terminó de convencerme; y ni siquiera hice el intento con la segunda entrega de 1986, “Rage For Order”, una placa controvertida y con un sonido adelantado en el tiempo. Y no fue hasta 1995 que un amigo (Nota Martín: Fui yo, así como Fernando me hizo descubrir muchas bandas intercambiando CDs y cintas) encontró el cassette importado de “Operation: Mindcrime” a un precio irrisorio e hizo escuchármelo; sin necesidad de prestarle demasiada atención mis oídos me alertaron: estaba en presencia de una placa arrasadora, inigualable e innovadora a partir del primer acorde y que encima no era reciente, se había editado siete años antes... Así de directo y cortante: con “Operation: Mindcrime” Queensrÿche creó una hora del más refinado hard rock barnizado con los más exquisitos momentos melódicos y equilibrados coqueteos progresivos (puestos ya de manifiesto en “Rage For Order”). No me equivoco si digo que es una combinación de sus dos trabajos anteriores pero en un nivel de calidad mucho más alto, ya sea desde las composiciones mismas, pasando por el sonido y la producción, y el contenido lírico. Porque si hablamos de “Operation...” es inevitable indicar que se trata de un trabajo conceptual cuyas canciones no dejan respiro durante los sesenta minutos de duración, y que desarrolla una historia compleja y sorprendente cuando todo era “girls, girls, girls”...




El concepto gira en torno a Nikki, la Hermana María y el Dr. “X”; Nikki es un joven desperdiciado por las drogas que aparece en la cama de un hospital internado por una sobredosis. Rememora lo que ha hecho y ahí comienza la trama: cree encontrar en el Dr. “X” su salvación. Sin embargo no deja de ser manipulado por el maléfico Dr. que quiere iniciar un cambio violento en la sociedad destruyendo políticos y líderes religiosos. En pos de ello Nikki comete muchos crímenes y pide su redención ante la aparición de la Hermana María, de la que más tarde se enamora. María es una ex prostituta devenida en religiosa que cree asi poder limpiar su alma, y fue reclutada por un predicador que la viola. El Dr. “X” ordena a María que sea cómplice de los actos de Nikki, pero observa que se transforma en un peligro para sus planes, por lo que más tarde aparece muerta, aunque no se devela quien la asesina (Nikki o el Dr.?). La historia termina con Nikki recobrando el sentido en su internación y tratando de develar quien es realmente. Y este oscuro relato tiene más coherencia aún porque detrás del mismo se ponían de manifiesto muchas de las ideas políticas y sociales de los integrantes de la banda: críticas al fascismo, los gobernantes conservadores, la Iglesia pecadora y mercantilista y las miserias de la sociedad estadounidense, intentaban demostrar que no todo lo que relucía era oro en EE.UU.

Musicalmente el álbum no da tregua; “I Remember Now” y “Anarchy- x” sirven de introducción a “Revolution Calling”. A partir de ahí el camino se torna vertiginoso; cada tema resalta sobre el anterior, no hay baches o pasajes medianamente flojos, y el punto culminante puede resumirse en los diez minutos de “Sweet Sister Mary”, una pieza que lo tiene todos: ritmo incandescente, coros épicos, puentes calmos y emocionantes y un final explosivo. Lógicamente los responsables de esta obra maestra también merecen su mención: desde el afinado y personalísmo timbre vocal de Geoff Tate, pasando por la técnica y fuerza del baterista Scott Rockenfield, el atronador bajo de Eddie Jackson y la dupla armónica y caliente de guitarras de Chris DeGarmo y Michael Wilton, todos se conjugan para sonar de manera impactante. Este disco literalmente aplasta, emociona y como todo clásico es atemporal. Y si bien los Queensrÿche insinuaban ser muy buenos y poco convencionales, no estaría demás decir que “Operation: Mindcrime” los catapultó hacia una intelectualidad musical impensada. Sin embargo, su primer gran éxito y asentamiento como banda de primera línea se daría con el siguiente paso: el triple platino “Empire” los llevó a los puestos de privilegio en los ránkings de venta y a girar por el mundo como acto central. Y fue en esa gira que la magnificencia de “Operation...” demolió a las audiencias a través de la interpretación en vivo del álbum de principio a fin, reclamo que sigue vigente en sus fans a casi veinte años de su edición, a tal punto que en meses aparecerá su continuación. Un peso pesado como “Operation: Mindcrime” justifica la existencia de un grupo digno, que podría darse el lujo de quedar en la historia solamente con haber grabado este trabajo.

Calificación: 10/10

sábado, 10 de marzo de 2012

ROGER WATERS (ESTADIO RIVER PLATE, Viernes 9 de Marzo de 2012)

Por Fernando Boido.
(Gracias por aportar la review del evento para Rage Reviews).





Es innegable reconocer que “The Wall” es un álbum que marcó una época dentro del rock, una obra conceptual no solo para ser escuchada sino explorada también; una placa oscura, compleja y difícil, más si el desafío consiste en tocarla en vivo por completa. Y eso es lo que se propuso su mentor, Roger Waters, desde el mismo momento de su edición allá hacia fines de 1979.  La gira que emprendió Pink Floyd para promocionarlo terminó abruptamente por los altos costos de producción y también porque la grabación de “The Wall” fue el comienzo del fin de la banda ante la tirante relación entre  Waters y el resto de sus compañeros.

Desde ya que no soy un fanático del grupo pero si me gusta su etapa esencial (a partir de “The Dark Side Of The Moon”) y conozco parte de su historia, y estoy en el bando de los que opinan del rol fundamental que desempeño David Gilmour en Pink Floyd al aportarle el salto de calidad necesario más allá del talento y la importancia de Waters en el grupo. La realidad lo marca: Floyd pudo seguir sin Waters, con éxito y editando material de calidad… la carrera solista de Roger fue un fiasco y tuvo que recurrir a recrear en vivo (con los adelantos tecnológicos de hoy) las épocas de gloria de su ex grupo (con todo el derecho que le asiste, como no).

El show al que asistí anoche en el estadio de River debe ser analizado desde varios ángulos y hasta con frialdad si se quiere, lejos de la euforia marketinera que ha generado esta tercer visita del músico a nuestro país y que definitivamente degeneró el núcleo del acontecimiento: un concierto de rock. Creo que es fácil decir que todo fue grandilocuente y espectacular… difícil ir contra la corriente y opinar que ya de entrada, el espectáculo está deliberadamente mal promocionado, porque lo que presencie no fue un recital de rock de estadios, sino una especie de musical a veces bien llevado con una gran carga de publicidad y comentarios positivos detrás, aunque no deja de ser un acontecimiento cultural y puede que esa sea la razón que justifique la asistencia de un importante sector del público que poco entendió lo que se vivió en River.  


Desde ya que reproducir en vivo “The Wall” es una tarea titánica de la que no puede prescindirse de los efectos visuales, sonoros y sobregrabaciones y hasta es descabellado pensar el sentido que tendría si no fuera acompañado de una gran puesta en escena, con el equilibrio lógico en la parte musical. La cosa empezó a las 21: 15 hs. con plateas aún vacías; antes, temas de Sabbath, Soda Stereo, y Zeppelin para amenizar la velada… la gente hacía la “ola” mexicana y aplaudió y vivo solamente la canción de Soda, un mal indicio para mi del dudoso gusto musical de una parte del público.

El grueso del recital estuvo en el comienzo: impactante, demoledor, con toda la puesta escénica a full en esos primeros diez minutos; fuegos de artificio desde el piso del escenario, detrás y desde el sistema de luces, el atronador sonido de los motores de los aviones de la Segunda Guerra Mundial, y el avión piloteado por el padre de Waters que aparece por detrás del autotrol y cruza todo el estadio para finalmente estrellarse contra el muro. La banda sin respiro va con “In The Flesh”, “The Thin Ice” y la saga de “Another Brick In The Wall”; suena fuerte, compacta, con el bajo al frente.  El sonido cuadrafónico con seis columnas puestas estratégicamente en lo alto de las plateas opuestas al escenario es una parte fundamental, crea un efecto novedoso y contribuye a disfrutar de un show que promete.

La pared es inmensa, abarca de una punta a la otra de la cabecera; el escenario se sitúa en el medio, y los extremos del muro sirven de pantallas que reproducen lo que ocurre sobre las tablas. Luego del golpe inicial, advertí algo raro: los movimientos de Waters muchas veces no se condecían con lo que las imágenes mostraban… ignoro si lo que se veía en los ladrillos guardaba relación con el desempeño sobre el escenario… es de creer que si, sino es inexplicable porque Roger escénicamente trató de imitar su propia actuación que emanaba de las pantallas la cual es una parte fundamental para entender y acompañar el desarrollo musical del álbum.

Con el correr de los minutos diferentes visiones me confirmaron algo: absolutamente todo lo que se ve durante el concierto son imágenes pregrabadas y editadas, salvo en el final con “Outside The Wall”, quizás para evitar que el público vea desajustes o pifies que en vivo suelen ocurrir… Es conocido el mensaje y el interés de Waters por la paz, las causas nobles y la humanidad… aún así, no me terminó de cerrar que dedicara el concierto a los “desaparecidos, muertos y torturados”, en un discurso parcializado y políticamente correcto sobre la historia social argentina de hace 40 años, como así también la contradicción de enviar mensajes anticapitalistas cuando él se hace pagar con total derecho sumas millonarias en concepto de cachet.

Sin embargo y pasada la euforia inicial, el concierto empezó a decaer… el único efecto hasta el final fueron imágenes al estilo de la película (algunas directamente tomadas de las misma), un par de marionetas inflables y la acumulación de los ladrillos hasta tapar totalmente el escenario al termino de la ejecución del 1er LP de “The Wall”, una placa que en si tiene poca estructura como tal: es un compendio de varios interludios recitados y musicales que conectan las verdaderas canciones y que en vivo implica un riesgo muy grande llevarlo a cabo sin que se produzcan baches en un show que iba perdiendo solidez musical minuto a minuto  y en donde era inevitable dejar de prestar atención a la música en pos de ver la película en una pantalla gigante y con una banda que se desinflaba evidenciando sus flaquezas y en la que su miembro más talentoso (el guitarrista Snowy White) estuvo desperdiciado. Siguió a ello un intervalo de media hora, tedioso e innecesario, el cual no pareció molestar a nadie, aunque no se si hubiera sido soportado de no ser Roger un artista con tanta aura y prestigio detrás.

La segunda parte del show fue decididamente decepcionante.   Con el muro totalmente tapando a los músicos, el sonido no fue el mismo… y no me refiero a su calidad, sino a que sospechosamente el grupo ni Waters sonaban “en vivo”.  Llamativamente y en semejante espectáculo, poca era la iluminación… un mini escenario en penumbras delante de la pared recibió a la banda que siguió con su faena, sonando con una falsedad inesperada y en la que no se notaba si el bajista realmente recitaba sus partes, puesto que “The Wall” no necesita de demasiadas entonaciones vocales. La inmensidad del muro y falta de luz contribuía a ver desde la platea baja a Waters y los suyos más pequeños de lo que en realidad son, reforzando el concepto de que el grupo no estaba tocando. 

Los momentos más esperados en este segmento fueron “Comfortably Numb” y “Run Like Hell”; el primero sonando mal, empastado y deslucido no solo por el excesivo nivel de las sobregrabaciones potenciadas por el efecto cuadrafónico sino por la ejecución del guitarrista Dave Kilminster que a partir de una bola de ruido y distorsión destruyó el exquisito gusto de Gilmour y probablemente uno de los cinco mejores solos de la historia del rock; por su parte, “Run…” apto para sacudir la modorra, tuvo una versión pregrabada sin fuerza que no pudo levantar el show del pozo en el que estaba. Poco después, el final se acercó con el muro cayendo y la banda saliendo con “Outside The Wall” donde si pudo verse en pantallas a los músicos sobre el escenario y el contraste de la calidad de imagen con lo que se proyectaba antes fue evidente.

Exagero si digo que fue un mal show, pero si que no fue lo que esperaba y que astutamente está vendido de una manera tal que genera una expectativa desmedida; “The Wall” es una placa que para ser reproducida fielmente en vivo necesita de un show ágil, músicos a la altura de las circunstancias (fea sorpresa apreciar el nivel “berreta” de la banda en general) y una puesta en escena que implique más que la sensación de estar en un cine gigante. La producción es importante, no hay duda, pero aquí se han vistos conciertos con mucho mayor despliegue (Rolling Stones, AC/ DC, U2) y performances históricas que poco tuvieron que ver con este “The Wall Live” aburguesado que distó mucho de ser un concierto de rock.  La honestidad de la que hace gala Waters debería habérnoslo avisado antes…

Calificación: 4/10

domingo, 4 de marzo de 2012

OBITUARY "The End Complete" (1992, Death Metal)


El quinteto de Tampa sin dudas es un referente del death metal norteamericano. Tras un buen debut y un muy interesante segundo álbum (En donde la adición del guitarrista James Murphy hacía mucho mérito por la calidad de sus sólos), se va el mencionado Murphy para que Allen West (Quién grabó en el debut) vuelva a la banda. Se juntan en los Morrisound con Scott Burns y sale un disco bien Obituary, más crudo. No tiene la explosión de "Cause Of Death" ni el bardo de "Slowly We Rot", más bien son nueve temas a medio tiempo muy pesados con violas y climas MUY Celtic Frost. La voz de John Tardy sigue siendo algo distintivo (El tipo en aquellos años era algo muy fuerte) y la diferencia en los sólos se nota. Allen West los hace muy básicos y tirando palancazos todo el tiempo. Pero esa suerte de monotonía tanto en las violas como en las composiciones - hay partes que se repiten mucho a proposito como en el final del tema título - considero que están hechas adrede, para impactar de esa forma.

 
Del resto, todo es parejo pero se pueden resaltar "I'm In Pain", "In The End Of Life", el ya mencionado tema título y el riff de arranque en "Killing Time". La guitarra de Trevor Peres suena bien podrida y se nota que el tipo es un claro admirador de Tom Warrior. Donald Tardy (Hermano de John, batero) es un batero muy interesante y acá resalta porque el doble dombo está muy beneficiado por la producción de Burns, y porque el tipo le da a ellos bastante duro. La gira de este disco los llevó hasta nuestro país (Dos shows en el Halley de Av. Corrientes, sin mucho público), en donde como anécdotas, Trevor Peres y Donald Tardy encantados de lo lindo que era Buenos Aires se quedaron una semana más, algunos integrantes jugaron al fútbol (Se dice que son muy buenos "players" del soccer de allá) y estuvieron en la Heavy Rock And Pop en reportaje. "The End Complete" no llega a ser tan grosso como sus dos anteriores, pero es un buen disco, a no dudarlo. Lleno de climas oscuros, violas distorsionadas, y un vocalista que parece un monstruo de pelicula de terror.

Calificación: 7.5/10

CIANIDE "The Dying Truth" (1992, Death/Doom Metal)


Trío norteamericano oriundo de Chicago que se formó en 1990. Lo de estos tipos lo escuchaste antes, pero no. Es decir, sus influencias son muy obvias al oído pero COMO despachan los ocho temas en cuarenta minutos es único. Mientras la mayoría de las bandas del estilo desafiaban la velocidad (Deicide, Morbid Angel, Cannibal Corpse en otra variante), Mike Perun (Bajo/Voz), Scott Carroll (Guitarra) y Jeff Kabella (Batería) apenas si meten algún acelere en algún tema. Dicho esto las influencias son a la cabeza Hellhammer, Celtic Frost, el Venom "lento" y obviamente Black Sabbath.


"Human Cesspool" dispara una falsa alarma con su arranque: suena rápido y hay medios tiempos. El resto de los siete temas es un death metal lento, grave, tortuoso pero muy bien tocado y compuesto. Se destacan "Mindscrape", "Scourging At The Pillar", "Crawling Chaos" y "Second Life". Todos bien arrastrados, con producción buena y cruda, más la voz bien grave/podrida de Perun y el redoblante de Kabella marcando bien cada golpe. Me cuesta creer que este trío haya pasado tan inadvertido, y aún se encuentre activo (El año pasado sacaron disco). Realmente es un muy buen trabajo que no afana a sus influencias. Es la agónica verdad, mejor título no pudieron haber elegido.

Calificación: 8.5/10

sábado, 3 de marzo de 2012

LIEGE LORD "Master Control" (Cassette, 1988, Heavy/Speed Metal)




Que emoción, mi primera review en cassette. Que lindo formato que es y cuanta HISTORIA encima tiene para mí. Siempre hay una primera vez y elegí un cassette del carajo. Hay cosas que se consiguen usadas hoy en día solo si buscás en ellos. Es que decidí revolver algunos que no conseguí en CD pero sí en las épocas en que había división de lados, walkmans, y biromes "Bic" para rebobinar las cintas y no gastar pilas en el intento. Liege Lord es un grupo de heavy metal tirando para lo veloz que ya venía con dos lanzamientos, en lo personal los descubro en 1996 pero vaya a saber porqué no compré el CD y el disquero me hizo una copia a cassette (Que obviamente no es esta). La banda cambia de vocalista, se va Andy Michaud y entra un tal Joe Coumeau (A quién luego muchos de ustedes conocerán por sus colaboraciones como violero de Overkill y vocalista de Annihilator). Su ingreso al quinteto fue crucial para que este cassette desintegre a los dos primeros. Mejor producción, heavy metal épico tocado con riffs a fuego cruzado (Tony Truglio y Paul Nelson hacen un tándem del carajo). 



Pero Coumeau... si Iron Maiden en esos años se hubiera quedado sin Bruce Dickinson una noche y lo llamaban... nadie se daba cuenta la diferencia. Y lo exagero pero si escuchan este cassette.... créanme que es así. Lo clona y "Master Control" entre las vocalizaciones poderosas y agudas de este hijo de puta más el metal intenso y épico termina siendo un excelente trabajo. Rebajan un poco en el segundo tema ("In The Eye Of The Storm") o en "Soldier's Fortune" y "Feel The Blade", brillan en "Broken Wasteland" - lo mejorcito - y hacen la mejor versión de "Kill The King" (Rainbow) de todas las que escuché. No hay un sólo tema flojo de los diez, de más está decir que si lo tuyo es Iron Maiden de los 80's no debés dejarlos pasar por alto (Sobretodo por el tremendo parecido que Coumeau logra con Bruce). Producido por alguien que la tiene muy clara y laburó excelentes bandas (Terry Date), no dudo en que "Master Control" es uno de los discos clásicos inadvertidos de toda la decada del ochenta. Mala suerte, momento inadecuado (El thrash era lo más en ese momento), o no se que carajo. Pero desde acá vengo a hacerle justicia a esta obra maestra del metal.

Calificación: 9.5/10

viernes, 2 de marzo de 2012

HEXX "Morbid Reality" (1991, Thrash/Death Metal)




Banda norteamericana poco conocida que fue mutando de un heavy metal tradicional a un thrash muy filoso e interesante. El punto más alto fue el inolvidable y descomunal EP “Quest For Sanity” (Mi favorito de la historia de todo el género y totalmente descatalogado del mercado y DEBO LA REVIEW), al cual le sigue esta hiperagresiva descarga de thrash. El disco es más rápido, técnico y brutal que su EP antecesor (Que era más riffero y machacoso), se perciben algunas influencias muy notables de bandas del estilo, a la cabeza Sadus y Kreator. Por momentos amagan sobrepasar la frontera que delimita el thrash con el death. Abre a todo vértigo el tema título lleno de cortes y violazos al mejor estilo Sadus. De hecho los berridos del guitarrista/vocal Clint Bower (Que luego de separado este grupo participaría en Abcess, The Ravenous) es un calco desvergonzado a Jon Allen (Sadus), o Mille Petrozza (Kreator), o Henry Veggian (Revenant).




“The Last Step” recuerda bastante al Kreator de “Extreme Aggression” y mucho también al Revenant de "Prophecies Of A Dying World" con algo de Dark Angel colado por ahí. El resto de los temas mantiene la intensidad, ocho temas clavados con total furia. Thrash/Death virulento y seco muy bien ejecutado destacándose la técnica, el tempo lento y elaboración de “Birds Of Prey”, la batería con los cortes logrados en “Persecution Experience” y “Fire Mushrooms”, con algún guiño al Nasty Savage de "Penetration Point". Si te gustan Kreator, Dark Angel y Sadus con este disco te vas a dar el coco contra una columna cuarenta veces. No te los pierdas aunque suenen muy parecidos a otras bandas, estampamiento contra la pared garantido.

Calificación: 8.5/10